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Channel: Cosas De Comé » las mejores tapas de Alcalá de los Gazules
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Los chicharrones de la Venta Caracena

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Chicharrones Venta Caracena. Foto: Cosasdecome

Nombre del descubrimiento: Chicharrones

Lugar: Venta Caracena  (Todos los datos aquí) en Alcalá de los Gazules.

Día del hallazgo: domingo 21 de diciembre de 2014

Tapatólogo  descubridor: Cosasdecome

Apartado científico: Cucurruismo. El término cucurruo es un adjetivo propio de la jerga de la ciencia de la Tapatología. Denomina a algo de comé que está en grado crujiente, pero en una etapa muy avanzada. El término se aplica como indicativo de excelencia al chicharrón al modo chiclanero, que suele estar cucurruo en grado extremo. De esta manera se diferencia del que se realiza en la Sierra de Cádiz que goza de mayor ternura en la corteza. De ahí, de generalizar el término, surge el vocablo Cucurruismo para nombrar a la ciencia que estudia los chicharrones. El Cucurruismo se inscribiría dentro del macrocontenedor científico de las “Tentaciones de la Carne”.

No sé si os habrá ocurrido. A mi unas cuantas veces. Es lo que se conoce como el “shock en manteca”, que son las irrefrenables ganas de comerte unos chicharrones después de oler la perola en que se están haciendo. Una vez, en un caso grave, mi amigo el “Caraníspero” me tuvo que parar para que no me tirara en plancha sobre un perolón donde se estaban terminando de guisar lo menos 20 kilos. Confieso que sufrí el “shock en manteca” cuando entré en la Venta Caracena y ví que en todas las mesa, hasta en la de un noruego más blanco que la vaca del anuncio de Milka,  estaban puestos. Para colmo se me arrejuntaron el olorcito de la chimenea, que estaba encendida, con el aroma de la carne frita. En la Venta Caracena no te da tiempo a pensar. Las circunstancias te superan. Nada más llegar se te acerca un camarero con un cesto apoyao en la cadera, pero no lleva nardos, lo que lleva son unos picos de casi medio metro de largos para así hacer más grata la espera hasta el primer plato. Pero cuando aún no has terminado de coger los picos ya te pregunta ¿quereis chicharrones? y tú que le vas a decir: “Traelos pacá y sin bozal”. No tardaron ni 47 segundos. El camarero apareció sonriente con una fuentecita de esas de madera como las que se usan para el pulpo, con los chicharrones, bien adornados con una hojita de laurel, su orégano y unas pequeñas láminas de tocino por lo alto. Todavía estaban templaditos, pero la escena terminaba de completarse con dos copazos de fino (dos Tío Pepes, por que no lo voy a decir) y unas rebanás de pan cateto de la panadería de Gonzalo de Alcalá de los Gazules, que es como decir que te han traido un ferrari, pero en miga prieta. Con ese panorama te entregas a la tentación, no hay remedio. Un mano se ocupa de los chicharrones y la otra del pan de Alcalá y plin plan, plin plan, como si estuvieran jugando Nadal y Federer la final del Rolangarrós.

Están calentitos aún. No son muy grandes y en el mejor estado en el que puede estar el chicharrón “entreverao” que es cuando en sucesivas capas se alternan la carne del cochino con el tejido adiposo que cría para que esta esté más calentita. Paco Jiménez, el propietario de la Venta Caracena, es el autor de la obra en complú con su esposa, Juana Ríos. Los frien los sábados y los domingos cuando abre esta venta más que peculiar en las cercanías de Alcalá. Mezclan el cerdo ibérico con el blanco “por que le da su punto” indica Manolo. Los aprendieron a hacer de María Meléndez Martín, la madre de Paco que los hacia en el bar La Parada que regentaba su famiilia. Llevan su poquito de orégano, ajo, sal y se frien amorosamente en manteca hasta que se ponen de un color dorado que lo podría poner hasta el de la Joyería Gordillo en el escaparate.

Para que se den cuenta de hasta donde llegó el “shock en manteca” confesaré que me comí las tres o cuatro zurrapitas que quedaron en el plato, que rebañé con el aclamado pan cateto de Alcalá el poquito de manteca que quedaba en el plato y no le di dos chupetones a la hoja de laurel, porque el noruego de la mesa de al lao me estaba mirando con cara de estreñío.

La venta, por si los chicharrones no fueran suficientes, tiene sus puntos. Uno de ellos es que la carta te llega escrita a bolígrafo en un trozo de cartón. Tienen un postre muy sencillo, pero exquisito, un poquito de requesón de la quesería de El Gazul de Alcalá, una rodaja generosa de boniato asado y un poquito de miel. El final de fiesta es que te regalan una fuente con buñuelos hechos por ellos mismos para acompañar el café de pucherete.

Horarios, localización, teléfono y más datos de la Venta Caracena, aquí.

Más cositas buenas que probar en Alcalá de los Gazules, aquí.

Más “Tentaciones de la carne aquí”.

Al comenzar la comida el camarero llega con estos monumentales picos de grandes dimensiones. La luz que aparece junto a la cara del camarero, no es un ningún ovni ni nada, sino que el fotógrafo es más bien torpe. De todos modos y dada la importancia del documento hemos preferido publicarla. Foto: Cosasdecome

Juana Ríos y Manolo Jiménez, los autores de estos magníficos chicharrones. Foto: Cosasdecome.

El postre de los boniatos con requesón y miel. Foto: Cosasdecome

Al final de la comida te regalan una fuente con buñuelos recién hechos. Como era por Navidad cuando fuimos, nos pusieron también rosquitos y pestiños. Foto: Cosasdecome

La peculiar carta de la Venta Caracena

 

 

 

 



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